El alfajor, de origen árabe (alajú) es un dulce típico de Navidad muy popular y querido en Jaén, y es una de esas recetas que se hacen en casa y pasan de generaciones en generaciones, y aunque los ingredientes, básicamente son los mismos, tienen algunas ligeras variaciones que no cambian el sabor auténtico de la navidad jiennense.
Jaén fue durante siglos una ciudad árabe, y algunas recetas llegaron por los árabes a esta localización y se quedaron allí para siempre, como ocurre con ésta en concreto.
Por vivir tantos años fuera de la ciudad de mis padres y de mis antepasados, pero volviendo a ella en todas las navidades, es el recuerdo más intenso, además del aceite de oliva, que tengo de mi querido Jaén.
La hermana de mi madre, mi tita Angelita, todos los años nos regala unas piezas que guardo con cariño y que no quiero que se acaben nunca. Tarea ardua cuando al primer bocado te vienen a la cabeza mil y un recuerdos, y las imágenes de tus abuelos, de tus primos, de la casa adornada con bolas y espumillón de colores, mientras se escuchaban los villancicos de antaño, "pero mira cómo beben los peces en el río", "La Virgen y San José y el Niño que está en la cuna", entre otros.
Es muy normal que se reúnan las familias, cuantos más seamos mejor, y en un día se partan las almendras, se tuesten al horno o en una gran sartén al fuego, y se haga la masa, entre chascarrillos y canciones, mientras alguien, los hombres normalmente, hacen las migas. La cidra ya se tiene preparada pasa sacar el cabello de ángel que le da la suavidad a este dulce.
Y ahora un poco de canela, unas ralladuras de cítricos y el almíbar. Las obleas, que en Jaén siempre las hemos comprado en La Pilarica, forman el alfajor de Jaén, el cual hay que dejar unas 12 horas como mínimo para que espese y se pueda disfrutar durante los días de Navidad y compartir con la familia y las amistades.
Este año me he propuesto hacerlo yo, con la receta de mi tita, que hay que seguir con las tradiciones, y ésta la quiero conservar, por los siglos de los siglos...
¡Va por todas aquellas mujeres que reúnen a sus familias en torno a una tradición, y para aquellas que en la soledad de sus cocinas miman cada ingrediente y cuidan la preparación pensando en sus seres más queridos!
Ingredientes:
- 1 kg. de almendras o frutos secos (nueces, cacahuetes, avellanas). Yo lo hice sólo con almendras.
- 300 g. de cabello de ángel. Lo suyo es hacerlo con la cidra, pero si no puedes, el que venden enlatado, de buena calidad, viene muy bien.
- 1 kg. de azúcar,
- Raspadura de un limón
- Raspadura y zumo de una naranja
- Una cucharada de canela molida
- Pan tostado y rallado (la cantidad no se especifica, porque se utiliza para trabar la masa si hiciera falta).
Preparación:
- Pon el azúcar al fuego con el vaso de agua y haz un almíbar a punto de hebra (de 6 a 8 minutos fuego medio)
- Incorpora la canela, zumo de naranja y ralladuras y el cabello de ángel.
- Remueve y corta el fuego.
- Incorpora la almendra tostada con anterioridad y molida no demasiado, que queden algunos granos.
- Remueve y si está blanda, añade un poco de pan rallado y tostado anteriormente.
- Prepara las obleas y pon una capa de un centímetro a centímetro y medio y tapa con otra oblea.
- Pon un trapo limpio encima y algo de peso. Mi tía dice que pongas la enciclopedia que sueles tener en casa. Deja 12 horas. Yo lo dejé toda la noche.
- Después corta en tiras del tamaño que más te guste. A mí me gustan pequeñitos.
- Dejé una pequeña porción, para probar cómo quedaba, y metí en unos moldes pequeños, cubiertos de una capa de chocolate.
- El resultado ha sido espectacular.
Y aquí está lo que hablaba al principio de la receta, lo que un dulce, un plato o un ingrediente nos lleva a recordar a esas personas, o esos momentos que tanto añoramos.
FUe mi tita, quien al leer esta entrada, se acordó que mi hermana Ana María, hace más de 35 años, apuntó esta misma receta de su puño y letra en un papel, y que luego ella misma transcribió a máquina, en esas antiguas máquinas de escribir, y es la receta que guarda mi tía para no olvidarse de la receta.
Los ojos se me hicieron chirivitas sólo de pensar que en sus manos tenía la receta que mi hermana ya apuntó con el interés que a mí me mueve ahora, el de conservar las tradiciones, y ésta en concreto, que es tan de Jaén.
Oro molío daría yo porque ella me viera hacer la receta, y pudiera estar en mi casa disfrutando de un trocito de este alfajor, con una copita de un licor, da igual, el que sea, pero un licor de Navidad, sentadas juntas en la misma mesa.
A ella le gustaba mucho la cocina, cuando yo aún no pensaba en esas cosas.