¡ay, ay, que por pocas se me olvida! y yo que no he entrado hasta hace poco, y ni me acordaba que hoy era el día de nuestro TRATO o nuestro SUSTO.
¡Qué susto me he llevado! Si ayer hice las piruletas y por pocas se las comen mis hijos, que ya les habían echado el ojillo.
Bueno, el susto ha quedado ahí, que aún estamos a tiempo, y un TRATO es un TRATO.
y como a mí no me gusta la fiesta de HALLOWEEN, pues andaba yo con la creatividad por los suelos y me dije que unas piruletas de chocolate del bueno también le gustarían a Raquel, de MI DULCE HOGAR. No la conocía, pero creo que vamos a ser buenas amigas, porque tiene unos cupcakes chulísimos, y unas galletas para comérselas y no dejar ni mijita, y muffins... y más cosas dulces y saladas.
¡Hola Raquel, espero que te gusten mis piruletas! No dan mucho susto, pero dan ganas de comérselas.
Te dejo unas pocas.
La calabaza ha sido una creación sobre papel de horno. jejeje. No me ha salido muy bien, pero es la primera que hago, y me gusta mucho la calabaza. Me resulta muy simpática.
Y éstas las he incorporado hoy a última hora. He comprado peta zeta en la casita dulce de las flores, y un transfer muy bonito. A estas piruletas, para ASUSTAR un poco, pero poco ¡eh!, les he puesto peta zeta de chocolate, y así cuando se coman, ¡ah, sorpresa!
Y ahora una curiosidad que me acabo de enterar por la tele.
Que resulta que la fiesta de Halloween no es exclusiva de los americanos.
De hecho, esta celebración llegó a Estados Unidos por los emigrantes irlandeses.
Porque si nos remontamos a unos 2500 años antes (aproximadamente) los celtas celebraban el fin del verano y el principio del invierno con una fiesta llamada Samhain, que correspondía al 31 de octubre de nuestro calendario. También comenzaba para ellos un año nuevo.
Según una leyenda, la última noche del año las almas de los difuntos venían desde el Más Allá a los lugares donde habían vivido, y visitaban a sus familiares casa por casa.
Los familiares tenían que encender una vela por cada difunto que hubiera en su familia y ponerla en la ventana, y así guiaban a sus espíritus para que llegaran a su hogar.
También dejaban dulces y comida para mantener contentos a estos espíritus. De ahí que ahora los niños y niñas pidan dulces por las casas. ¡Curioso!, ¿verdad?
Si no se ponían velas en las ventanas, los espíritus malignos vagaban alrededor de las casas de sus familiares y entraban en sus sueños, no dejándoles descansar.
Antes de dormir, las familias se reunían y se contaban historias sobre estas personas desaparecidas, y se les guardaba una silla por si les acompañaban durante la velada.
Aquí puedes encontrar más información sobre esta festividad. SAMHAIN
Y aquí en España, también. ¡olé! si es que tenemos de todo:
(Samaín) en la cultura gallega
Los Irlandeses comparten con los gallegos sus antepasados celtas.
Ufff, y gracias a FOOL&FOOD, que siempre tiene unas ideas, que ¡vaya! nos ponen a trotar. Yo troto poco, porque nunca llego, pero si queréis visitar el blog veréis qué imaginación tienen. Y qué divertido es participar en todo lo que hacen.
Y ahora, un microrelato de terror:
El emisario.
Hube de levantarme entumecido en mitad de la noche al escuchar tres
espaciados golpes de aldaba sobre el portón. Encendí una vela, cubriendo
el lateral de la llama con mi temblorosa mano, y caminé vagamente el
largo pasillo hasta llegar al recibidor. Volvieron a sonar tres huecos
golpes separados por un breve lapso de tiempo. Aflojé el grueso cerrojo y
empujé hacia mí el portalón. Una larga figura sin rostro, enfundada en
un manto siniestro, permanecía quieta en el umbral.
-¿Qui..quién sois? -Pregunté tiritando.
Abrió sus brazos, dejando pasar un remolino de viento escarchado que
silbaba con furia mi nombre. Sentí aquel hedor enfermizo perforar mi
piel, penetrando hasta lo más profundo de mis huesos. Cerré de golpe la
puerta y regresé a mi alcoba a oscuras, febril y atemorizado. Prendí la
mecha frente al ventanal, su tenue llama me permitió ver el reflejo de
una larga figura sin rostro que, con mano temblorosa, protegía el
lateral de una vela.
Escrito por Microrelatos