Con esta entrada quiero hacer un pequeño homenaje a mi tía Manolita, Manoli para la familia. Van especialmente dedicados a ella. Fue una gran cocinera que regentaba, junto su marido, mi tío Ricardo, el hermano de mi madre, el "Restaurante La Yuca", en Jaén, a 5 km. de la capital.
De pequeña me gustaba pasar fines de semana con ellos, jugando con mis primas, y con las niñas y niños que estuvieran allí, hijos de los camareros, o de las familias que estaban en el hotel que había justo al lado.
Allí había ciervos, y muchos animales, y mucho campo.
Mientras mis tíos trabajaban, yo jugaba, recorría las estancias del restaurante: la gran cocina, con muchos cuchillos, muchas sartenes colgadas del techo, las cocinas, freidoras... Y unas ollas muy grandes. De eso me acuerdo muy bien. Y me gustaba entrar en el comedor, cuando no había nadie. Ayudaba a los camareros a poner las servilletas bien puestas, y me gustaba ver cómo quedaban las mesas, con todos los cubiertos alineados y muy brillantes. Después de tantos años, aún recuerdo por dónde se entraba al salón-comedor, y cómo era la barra, y el patio... Es como si lo estuviera viendo en una fotografía.
Cuando estaban cocinando, veía cómo mi tía y sus ayudantes cortaban los pescados, y las carnes, y cómo picaban las cebollas. Me gustaba ver cómo lo hacían, con esa maestría y rapidez que me hacía tanta gracia.
Me gustaba acompañar a mi tía en la cocina y ver cómo elaboraba cada plato. Y le hacía preguntas, y correteaba alrededor de ella, sin pensar en el futuro.
Pronto tuve que dejar esa tierra de buen aceite, y no pude aprender más de su sabiduría.
Pero siempre que podía, la visita a su cocina era obligatoria. Y la recuerdo con muchísimo cariño.
Un beso muy grande para ella esté donde esté. Por tí, tita. Por tí que he aprendido tanto, y más que me hubiera gustado aprender.
[1] Plato típico de la zona de Jaén y Córdoba, creado en 1939 en un restaurante de Andújar. Después se extendió a todas las provincias limítrofes. Origen etimológico, por su color de rebozado de huevo batido, rubio como los flamencos que llegaron acompañando al emperador Carlos V.
De pequeña me gustaba pasar fines de semana con ellos, jugando con mis primas, y con las niñas y niños que estuvieran allí, hijos de los camareros, o de las familias que estaban en el hotel que había justo al lado.
Allí había ciervos, y muchos animales, y mucho campo.
Mientras mis tíos trabajaban, yo jugaba, recorría las estancias del restaurante: la gran cocina, con muchos cuchillos, muchas sartenes colgadas del techo, las cocinas, freidoras... Y unas ollas muy grandes. De eso me acuerdo muy bien. Y me gustaba entrar en el comedor, cuando no había nadie. Ayudaba a los camareros a poner las servilletas bien puestas, y me gustaba ver cómo quedaban las mesas, con todos los cubiertos alineados y muy brillantes. Después de tantos años, aún recuerdo por dónde se entraba al salón-comedor, y cómo era la barra, y el patio... Es como si lo estuviera viendo en una fotografía.
Cuando estaban cocinando, veía cómo mi tía y sus ayudantes cortaban los pescados, y las carnes, y cómo picaban las cebollas. Me gustaba ver cómo lo hacían, con esa maestría y rapidez que me hacía tanta gracia.
Me gustaba acompañar a mi tía en la cocina y ver cómo elaboraba cada plato. Y le hacía preguntas, y correteaba alrededor de ella, sin pensar en el futuro.
Pronto tuve que dejar esa tierra de buen aceite, y no pude aprender más de su sabiduría.
Pero siempre que podía, la visita a su cocina era obligatoria. Y la recuerdo con muchísimo cariño.
Un beso muy grande para ella esté donde esté. Por tí, tita. Por tí que he aprendido tanto, y más que me hubiera gustado aprender.
Ingredientes:
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4 filetes de lomo de cerdo o de ternera
- 8 lonchas finas de jamón serrano
- 2 huevos batidos
- harina, pan rallado
- sal, orégano y perejil.
- Aceite de oliva para freír.
Preparación:
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En una tabla pon los filetes, y aplasta con un rodillo de madera, para que queden más finos.
- Dispón dos lonchas de jamón serrano en cada uno de los filetes.
- Enrolla con cuidado a lo largo, sala ligeramente, y añade un poco de orégano y perejil.
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Fríe en abundante aceite caliente, y ve dando vueltas, a fuego no muy fuerte, para que se vaya dorando sin quemarse.
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Acompaña con cualquier guarnición, como este tomate en rodajas con ajito, perejil y aceite de oliva.
[1] Plato típico de la zona de Jaén y Córdoba, creado en 1939 en un restaurante de Andújar. Después se extendió a todas las provincias limítrofes. Origen etimológico, por su color de rebozado de huevo batido, rubio como los flamencos que llegaron acompañando al emperador Carlos V.
4 comentarios:
Mª Ángeles los tiyos estan mejor y mas mas gordos
Sabes me acuerdo mucho del restaurante la Yuca, además allí vivia una amiga de la infancia que se llama Mª Rosa, no seria tu prima no?
Besos guapa
Qué bonita entrada, qué entrañable...me he imaginado esa escena perfectamente y me ha encantado.
Bonitos recuerdos y riquísima entrada...estupenda.
Muaks
Ozú que pintaza!! Mari Ángeles, manda un par de estos para mi cena, yo pongo las papas fritas jijiji...
Besotes.
HUM!!! que ricos yo los hago enrrolados de jamon de york con queso la proxima vez lo hago de filetes que rico saludos!!!
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